Fernando Aramburu en el Hotel NH Plaza de Armas |
Aramburu parecía algo cansado, se mostró poco cálido, pudo suceder que lo dejaron ofuscado con tantas entrevistas en un día.
Narrador, poeta y ensayista, Fernando Aramburu
es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza,
trasladándose en 1985 a Alemania, donde fue profesor de español para
hijos de inmigrantes en el estado de Renania del Norte. Su mayor reconocimiento ha venido con la antología de cuentos Los peces de la amargura (2006), en que habla de las víctimas del terrorismo separatista vasco de la banda ETA. Este libro le valió el Premio Dulce Chacón de Narrativa Breve y el Premio Real Academia Española. Años lentos (Tusquets, 2011), con la que ha obtenido el Premio Tusquets de Novela 2011.La
trama de la novela se inicia cuando un niño de ocho años se va a vivir
con sus tíos a San Sebastián a finales de los años sesenta y es testigo
de cómo transcurren los días en la familia y el barrio: su tío Vicente,
de carácter débil, reparte su vida entre la fábrica y la taberna y es
su tía Maripuy, mujer de fuerte personalidad pero sometida a las
convenciones sociales y religiosas de la época, quien en realidad
gobierna la familia; su prima Mari Nieves vive obsesionada por los
chicos, y el hosco y taciturno primo Julen es adoctrinado por el cura
de la parroquia para acabar enrolado en una incipiente ETA. El destino
de todos ellos es el de tantos personajes secundarios de la Historia
arrinconados entre la necesidad y la ignorancia. Pero años más tarde se
producirá un quiebro en su suerte.
Entre preguntas se averigua que Fernando escribe desde los 15 años porque sigue prisionero en el sueño de un adolescente, en una prisión de oro. La escritura es su oficio, es una dirección en su existencia, le completa mucho. No concibe la vida sin literatura. El momento más feliz de su día es el atardecer, cuando después de haber cenado se sienta en un sillón cómodo y lee durante cuatro o cinco horas. Se prepara un chupito de algún licor, su corazón tranquilo, el día ha transcurrido, probablemente ha escrito algo, hay paz a su alrededor, suenan parajillos fuera, abre un buen libro, y eso para Aramburu es la encarnación de la felicidad, el momento cumbre del día.
Se acerca al momento de placidez, de tranquilidad, en el cual está conforme consigo mismo, tiene en la mano el fruto del trabajo de un poeta, de un novelista, que puso ahí toda su fuerza y corazón. Está agradecido.
Su vida sería un tormento para cualquiera porque es muy disciplinado, hace las mismas cosas todos los días a las mismas horas, es muy severo consigo mismo, se exige mucho, permanece encerrado muchas horas haciendo una actividad bastante monótona, sentado. Si no sigue este rigor diario, se sentiría descontrolado porque no le gustan las vacaciones, ni el descanso, ni los días tumbados de playa. Le gusta pasear a la vez que va pensando en literatura y va tomando notas en su cuaderno.
Come una manzana todos los días a las nueve y media de la mañana, porque en treinta minutos su cerebro estará despierto y rápido, si necesita un título lo obtiene, si necesita ideas para empezar algo, también. Pero no le gustan las manzanas, el primer bocado lo destesta, se esfuerza para comerla y masticarla, porque esto le garantiza esos treinta minutos de trabajo intenso ¿Quién soportaría vivir así? No se conoce a nadie.
Descubrí que los compañeros periodistas del diario ABC entrevistaron a Aramburu horas antes. Tales compañeros, mantienen durante más de la mitad de las preguntas realizadas al escritor , cuestiones sobre el nacionalismo vasco, sobre el cese del terror, sobre el perdón a las víctimas del terrorismo, etcétera.
Llego a la conclusión de que Aramburu no estaba cómodo en la entrevista, estaba crispado y desconfiado. No se posiciona en ninguna ideología, le falta valentía.
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