jueves, 3 de mayo de 2012

Asentamiento rumano

Desde lejos se apreciaba vida, había ropa tendida y gallinas atadas a una estaca. Quise conocerlos.



Llegando a la curva

Visto desde fuera

Aparco en la puerta

Llamé varias veces, voceé , pero no me oían, la música era demasiado fuerte. Entré por el patio.




Estaban celebrando la Pascua. Hablé con la mujer de más edad, era la hermana mayor de las demás y la madre de los niños. Le expliqué que quería tomar unas fotografías de ellos, no lo entendió, se negaba, pero una de ellas, la más joven, entendía bien mi idioma, le explicó, y accedió.

Eran rumanas, habían llegado a España para conseguir trabajo y mejorar su nivel de vida. Me extrañó que hablasen tan correcto el castellano. Contestó que antes de llegar, vieron muchas telenovelas y así conocieron el país, a través de la televisión. Me invitaron a pasar dentro de casa, tenían un bebé que también querían que fotografiase. Mientras pasaba dentro, dí a los niños unas golosinas.




Al hacer las fotos, observé que dentro hervía un guiso, el suelo estaba limpio y las paredes eran puertas viejas de madera, colocadas a modo de pared. Tenían electricidad, teléfono móvil y agua potable.






La luz eléctrica era a través de un engache, pero el agua potable me extrañó, pregunté, y me contestó que tenían un piso de alquiler cerca, en el pueblo de al lado, allí recogían garrafas de agua para poder cocinar y lavarse. La familia era grande. Los hombres habían salido a buscar chatarra.

 Me acompañaron hasta la puerta, allí nos despedimos. Prometí volver.




 

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