DÃa citado
A
las 8:30 en clase, hoy será dÃa largo porque las clases terminan a las 14:30.
Tengo
el desayuno en el bolso y el almuerzo en el coche, dÃa largo sentenciado,
dirigido pero, ¿hasta cuánto de obligado?
¡Sorpresa!
Las dos últimas asignaturas se anularon, miro el móvil, me citan en la
biblioteca, es ella. Esperé durante dÃas este momento, debo aparentar
tranquilidad, mi admirada quiere comentar los futuros proyectos que
emprenderemos. La esperanza ensancha. Miramos, hablamos, reÃmos, sentimos y
soñamos.
Escaleras
abajo alguien me sigue, es conocida, sÃ, busca mi compañÃa.
¿Almuerzas
ahora?
Era
una invitación directa. Nueva cita, nos vemos en el comedor. Conversamos de la
vida, ella en presente y yo en futuro. Ahora no, mañana.
Hacia
el vehÃculo, alguien dejó un mensaje de voz en el contestador, lo oigo, me
citan nuevamente para merendar, quedamos.
El
dÃa no estaba trazado, yo creo dirigirlo pero me dirigen.
Lenguaje
manido, viejo, poco sutil y torpe, como el parlanchÃn que es. Vagas palabras
que nada pronuncian. No convence.
El
cuerpo se eleva, estoy en casa, él me
abraza, acaricia y besa mi espalda, el tiempo se para. Solo respiro, no
quiere palabras, quiere silencio, que no le se dar.
Mi
cuerpo le habla, está excitado, necesita comunicar con vocablos, ¿cómo frenar?
La
cabeza en su hombro, sigo callada, me elevo de nuevo y visito las estrellas,
ellas no quieren silencio. Intrigadas me observan atónitas, quieren mi dicción,
todos mis pensamientos, monólogo divertido y perpetuo que no ha de acabar. RÃen
conmigo.
Mientras,
él sostiene mi cuerpo, en silencio.
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