miércoles, 24 de julio de 2013

Carta de agradecimiento







A LOS MAGNÍFICOS

Dedicado a la gente magnífica y excelente que me soporta a diario. Son muchos, cada cual más valioso y especial. Entre ellos encontramos a mi familia, que les obligo a escucharme cuando llego excitada de la facultad, o del trabajo, o de la calle, o de una visita familiar, o de una entrevista a alguien que convencí para que atendiese mi curiosidad. Siempre comunicando, no sé parar el diálogo interior, lo intento pero no puedo, me resisto, no quiero. Mi pensamiento solo descansa cuando duermo y creo que no sueño. Pienso en voz alta teorías que cruzo con alguna vivencia cercana. Mi familia conoce de mi periplo periodístico reciente,  tiene la paciencia de contemplar que siento y vivo dándoles la lata con multitud de detalles insignificantes, que para mí son acontecimientos de lo más importante.
Conversaciones  de niños que escucho en la calle, gestos que aprecio en las personas mientras aguardo impaciente el turno en la panadería, andares urbanos suntuosos que intentan no desvanecerse ante la inseguridad, animales curiosos que pasean con sus compañeros, no dueños, porque no sé separar quién es más amo de quién, árboles presumidos que no han sido  podados, y que están tristes en las avenidas porque el peso de sus ramas afean su estética, coches que circulan acelerados sin esperar al peatón que cruza por el paso de peatones ,y éste, aprieta el movimiento como si un ogro le persiguiera. Mayores bellos que están sentados en los bancos de los parques, no hay nada tan divertido como observarlos para reconocer el carácter duro o tierno de su personalidad.
Imaginar  historias decadentes, indecentes, deplorables, o graciosas, admirables e idílicas es lo más estimulante que conozco. No hay cosa que lo supere.  Ni leer un libro, ni ver la televisión, ni oír la radio, ni asistir a un espectáculo, ni conducir, ni bailar, ni nadar, nada, ninguna afición es superable al ahogo adictivo placentero que me produce imaginar historias en los otros.
Esta adicción la padece principalmente la persona que comparte conmigo la cama, mi esposo. Él es prudente, callado, quieto, paciente, sutil, medido, y yo no. Cualidades que agradezco porque me suavizan el ahogo. Siempre me presta sus orejas, quieran o no quieran ellas ser penetradas con mis articulaciones vocales. Gracias siempre por hacerme sentir especial.
Mis hijas son el recipiente donde vuelco  imaginaciones locas y divertidas, son confidentes de mis sueños, de lo deseable pero costosamente alcanzable, de mis quehaceres ignorantes en esta profesión que empiezo que es la de ser periodista, que me atrapa y no me suelta. Gracias siempre por hacerme sentir importante.
Mis padres son excelentes progenitores y como tales, no quieren verme en este estado embriagador con estas ensoñaciones que me procuro a todas horas. Miran a una hija que desconocen, quieren entenderla, pero no pueden. Gracias siempre, por intentarlo.
Amigos y compañeros de trabajo que aceptan mi condición de mujer aprendiz de todo, que me preguntan cómo estoy, que me sonríen cuando camino cabizbaja, que me hacen reír  cuando dudo de si podré hacer algo que anhelo, que me hacen crecer día a día con sus acciones . Gracias a todos por el afecto personal, puro y desinteresado que compartís conmigo.





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