domingo, 11 de marzo de 2012

El obrero-artista que construye emociones con materiales reciclados

José es un hombre tímido, huraño, acostumbrado a la soledad impuesta de una separación matrimonial no elegida. Distanciado de un hijo adolescente que apenas ve. Le gusta la tranquilidad de vivir en el campo, donde tiene terreno suficiente para poder contemplar la arboleda que lo cautiva, y mientras, medita sobre lo dura que es la vida. Él es poesía, porque sus manos son capaces de construir figuras con vida propia, hablan de la sociedad, de las personas, de la economía globalizadora.  

Caballo humillado
  
Este  caballo es José, se siente castigado, humillado, dolido y prisionero en un mundo laboral que no lo respeta como persona. Su jefe le atiza, sin descanso, sin piedad. 
Aún tiene un juicio penal pendiente, porque no se calló, lo denunció.








Matrimonio discutiendo



Estos pájaros muestran el dolor que provoca el matrimonio cuando la discusión no deja ver al polluelo malherido, tirado, pisado. Lo dedicó al daño que sin querer, unos padres pueden hacer a un hijo.
Papá raro

Un padre que es distinto a los demás. Apenas sale de casa, consume lo justo, reclica todo, es poco hablador, trabaja mucho y compra todo lo que le pida un hijo por antojo. La colocación de las monedas de cincuenta céntimos en la barriga no son casualidad, él las colocó porque se siente una cartera sin fondo que va a parar a la basura.

Pata con patitos
 Esta mamá pato observadora, tiene a sus patitos encima de ella. Lo dedicó a una sobrina, madre soltera, que no deja que criar a unos hijos que la requieren a cada momento. Los ojos son relojes, porque controlar el tiempo hace escapar la vida sin disfrutar.



Hermanos 

 Ellos son tres hermanos, unidos por el soporte principal que es el almocafre: herramienta primordial del hortelano para eliminar las malas hierbas de los cultivos. Esta herramienta representa al padre, hombre seguro, trabajador de campo, fuerte. Cada hermano tiene una pata puesta encima del símbolo del padre, no lo olvidan, lo extrañan.


 José  llama a esta colección de esculturas que se ha expuesto ya en Sanlúcar la Mayor, en el Centro Cívico Las Sirenas de la Alameda y en San José de la Rinconada (Sevilla) , Animales Alegóricos. En este zoológico imaginario se pueden ver más de unas treintena de figuras. Cada una de ellas corresponde a los diferentes estados de ánimo del autor y simbolizan, además, las personas con las que trata y las relaciones y sentimientos que las entrelazan. Este escultor ha tenido numerosas profesiones, pero ninguna relacionada con este arte. “He trabajado siempre en la cocina y también de albañil, pero la mayoría del tiempo en la cocina de hoteles y restaurantes”, explica el artista. Comenzó a esculpir y dar vida a la chatarra hace tan sólo ocho años, a la edad de 45, como resultado de una intensa experiencia personal. Todo hecho con flejes metálicos, bombillas, monedas, piedras, tela de esparto, alambres y latas. En cuanto a su forma de trabajar, la mayoría de las veces no suele hacerlas de una vez, sino que las esculturas son el fruto de diferentes jornadas de trabajo. “Esto es una afición y mi trabajo es lo que me dá de comer. Por eso no sé nunca cuánto tiempo dedico a cada pieza. Hay veces que dos horas al día, otras unos minutos, depende. A veces, realizar las figuras me sirve de motivo de risas cuando veo que se va materializando justo lo que tenía en la cabeza”, comenta.

José en su taller, ahí comienza toda su creación

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